Taller de escritura
(por Gabriela Bejerman)
texto 12
texto 12
No soy bueno contando historias. Ya lo saben. Bueno
para esto son los hombres como el tío Pato. Esos hombres que llegan a un
cumpleaños familiar, divisan a la víctima del evento y si tenés la suerte de no
ser vos, te divertís a lo loco mientras “la víctima” sufre con los dedos del
tío en la nariz, y de la nariz a la oreja y de la oreja a un ataque explosivo
de cosquillas. Esos hombres son los que, por lo menos a mí, me da gusto
escuchar.
Pero esta vez me toca a mí, así que sólo espero que
no se duerman mientras me leen. Mi psicólogo dijo que escribir era un método de
descarga y la verdad estoy RE CALIENTE.
¿¿¿Qué se piensa que hay una nueva ley que permite
cagarnos??? ¡Qué se vuelva a su país! Llamaría a defensa del consumidor y que
le manden a la AFIP. Siete años, SIETE AÑOS ¿entendés? Siete años serían dos
mil quinientos cincuenta y cinco días y ahora, después de todo lo que vivimos,
¿se le ocurre cagarme?
Todas las mañanas pasaba por su verdulería. Todas
las mañanas desde hace 7 años. Me desviaba una cuadra y llegaba a Paraná y
Paraguay. En realidad, antes de llegar a Paraguay, dos locales antes. Ahí
estaba, ahí estuvo durante siete años vendiéndome las mejores frutas.
Ir a comprar me alegraba las mañanas, siempre
tenían la verdulería ordenada por color, me parecía simpático. Hoy siento que
la forra no tenía nada que hacer y qué tener las verduras ordenadas por color
es la pelotudez más grande del mundo de las verdulerías.
A veces, cuando veía que se me estaba haciendo
tarde y todavía no llegaba me preparaba algunas bolsitas con lo que llevaba
siempre, con lo que sabía que me gustaba. Creo que llegaba a imaginarse lo que
tenía ganas de comer ese día. Nunca le erraba. Sabía qué día iba a querer comer
fruta y cuándo estaba mal del estomago. Conocía a Vero y la semana que nos
separamos me preparó ensalada de frutas todos los días. No vendía ensalada de
frutas, me la hacía para mí.
Por eso estoy re caliente. Yo la quería. Al final
las minas son todas iguales: el día que menos te lo esperas, te cagan. Y vos que
habías escuchado a tus amigos diciéndote que no te convenía, que no te
enganches, y no les diste bola porque te parecía que esta era diferente. Igual
los pibes siempre están. Siempre hay un hombro para llorar.
Ayer la muy hija de puta me vendió una manzana
paposa. NO LO PUEDO CREER. No puedo creer haberme desviado siete años de mi
vida para serle fiel y que hoy me haga esto. No voy a volver nunca más. Que se
preocupe y después que me recuerde como el cliente desaparecido. Encima mañana
se lo voy a contar a Pedro, mi psicólogo y me va a decir que le de una
oportunidad, que no sea extremista. Que la chupe. Vero fue la última mujer a la
que le di otra oportunidad y así me fue: ahora soy el pelotudo al que le venden
manzanas paposas.
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