si los bancos de plaza hablaran.-

Volvió a tocar mi timbre después de la rueda de reconocimiento. Estaba fuera de si y sólo repetía la historia de aquel hombre que le había robado la mirada.
Sentada estaba en el banco de la plaza cuando un hombre de escasa estatura vestido de negro me miró. Sus ojos penetraron en los míos y en ese idioma en el que sólo ellos pueden hablar dijo que ese era su lugar. Yo le conteste de la misma manera pero cuando intente explicarle que ahí estaba yo, él ya había actuado.
La invite a sentarse y repetimos el mismo ritual de las últimas cuarenta y tres semanas: ella contaba la historia una y otra vez hasta que su madre llamaba a la puerta y no volvía a verla hasta la próxima semana después de una nueva ronda de reconocimiento.
Pero esa tarde cuando la despedí vi pasar un hombre que cuajaba perfecto con la descripción que no dejaba de resonar en mi cabeza.
Un impulso difícil de explicar me invitó a seguirlo.
No terminaba de entender por qué pero lo hice sigilosamente hasta que llegamos a la plaza.
Él eligió un banco y se sentó. Yo me acerque confiando en que por fin todo terminaría.
Lo mire y rápidamente me respondió la mirada.
Indudablemente era él.
Yo no era buena con los idiomas pero creo que me entendió a la perfección.
Intentó robarme la mirada pero algo en mi le confirmo que no podría.
Después de unas semanas me invitó a sentarme.
Nunca conocí su voz ni él la mía.