Argentina querida.-
Huele a soledad.-
Apuestas.-
(lo decía su collar)
Un señor mayor.-
Desapareciendo sonrisas.-
En la calle Corrientes.-
el mudo.-
Y fue después de varias otras noches cuando ella percibió el último silencio.
Es hoy, después de todo, el día en que ella ya no siente y el sigue sin hablar.
Señoras grandes.-
Los 7 pecados envasados.-
Oscuridad.-
Me mandaron a dormir y después de desearme buenas noches apagaron la luz.
Cerraron la puerta sin dejar pasar ni un rayo de luz.
La persiana ya no bajaba más.
Y mi luz del Pato Donald para el enchufe dejó de funcionar.
Ese día en el medio de la oscuridad conocí lo que es el miedo.
La vida es demasiado corta, pensó la mariposa.-
Claro, le contestó esta. Me gusta mi trabajo, voy de flor en flor.
Una flor y un café.-
Cada mañana a la misma hora lo veía desde la ventana del colectivo con un vaso de café y un hermoso ramo de flores.
Entonces cada mañana cuando ella se despertaba disfrutaba del hermoso aroma del café y se fascinaba con el color de cada flor que cada mañana era diferente y más espectacular que la del día anterior.
No importaba si llovía, había sol, hacía frío: el estaba ahí con el gigantesco ramo esperando para cruzar la calle y deslumbrar una mañana más a su damisela.
Sería una rutina que no me aburriría nunca, pensaba desde la ventana del colectivo que poco a poco se iba empañando por la incrementación excesiva de pasajeros.
Y una mañana ya no se vio tan singular ni tan caballero como aquel hombre que conquistaba a su mujer todos los días. Una mañana le dieron el uniforme de la florería.
Te comieron la lengua los ratones.-
La primera que yo haya cambiado mi dirección de email, mi número de celular, mi cuenta de Facebook, mi usurario de Twitter, el teléfono de casa y hasta su dirección.
La segunda que vos hayas perdido mi dirección de email, borrado mi número de celular, ya no seas mi amigo de Facebook, y hayas dejado de seguirme en Twitter, no recuerdes el teléfono de casa y menos su dirección.
La primera no pasó.
La nena y el señor.-
Los años pasaron y la vida dejó de hacer la tarea de juntarlos. Vieron pasar otoños, y la sociedad empezó a llamarlos grandes.
Ella no recuerda el día y a él no se lo preguntó pero la vida se empeñó en no dejar promesas archivadas: desde ese día fueron amigos, socios, compañeros, conocidos, amantes y enemigos.
Habían sido y eran. Y la vida estaba cumpliendo una vieja promesa, esas que vienen con gusto a inocencia de niño, esas que hablan de estar para y con el otro por el resto de los otoños.
Adrogué en triciclo.-
El sol chocaba con el piso de cemento del patio de jardín y una nube oscurecía la laja del piso de secundaria.
Un puerta de rejas que a veces alguien olvidaba trabar indicaba si eras grande o chico.
Según esa puerta, ella era chica y yo grande.
Esa mañana un candado decoraba la puerta de rejas. Me apoyé sobre una de las paredes a esperarla, tenía apenas 10 minutos para verla sin contar dos que ya había perdido comprando manon en el kiosco.
Sus rulos, separados a dos lados de la cabeza por unos coloridos pompones, acompañaban todos sus movimientos. Bailaban de un lado al otro cuando corría y volaban cuando se deslizaba por el tobogán. Eso recuerdo. Dos diminutas piernitas que se intentaban escapar por abajo de un delantal a cuadritos rojos.
Me hubiera gustado que ese día la puerta estuviera abierta. Tenía ganas de jugar en el arenero, de hamacarme hasta tocar el cielo con la punta de los pies.
Me acomodé el cinturón del jumper, aflojé un poco la corbata, comí la última manon y volvió a sonar la campana.
La vi correr hasta el tobogán para tirarse una última vez, última, y entonces hasta mañana el tobogán sería de ella.
Un delantal a cuadritos rojos. Es así como la recuerdo.
[bondiola X] Un juez, un gay y un policía.
El silencio era abrumador. A nadie se le movía un solo pelo. Cosas que suelen pasar con hombres de semejante envergadura adelante.
El policía se bajó y el gay decidió seguir con los desplantes en el que era un viaje normal, tranquilo y sin prisa, siempre mirando puertas para adentro.
Yerba mala siempre suena.-
Nos encontramos en el medio del huracán, nos alarmó uno de los del lugar. Y la gente del lugar conoce cada síntoma como si se tratara de haber descubierto el lugar donde poner la hebilla que sujeta esos tres pelos que por culpa del remolino tiran para el otro lado y haber repetido la acción por casi 40 años. Mañana tras mañana y reacomodándola a media tarde mientras la pava espera silbar para acompañar a la señora que se levanta de la siesta. Si, la misma y exacta siesta, 365 días durante 40 años. Ni un día más, ni un día menos. Ni un minuto más, ni un minuto menos.
Entonces sonó más fuerte que nunca. Lo sentimos todos los que estábamos ahí.
El huracán sigue ahí. La gente del lugar aprendió que siempre va a ser así y nunca se va a ir. Aprendió que es más fácil informar a los escasos visitantes que intentar deshacerse de él.
[bondiola IX] Nadie escucha las conversaciones de los otros en el colectivo. Ah! y tampoco leen el diario del de al lado.
Todos lo escucharon pero nadie se hizo cargo de aquellos deseos perversos. Una señora sentada frente a mi ululaba y gesticulaba cual paloma que no sabe expresarse.
La violación al menor era un hecho. Los fideos existieron. Estaban ricos.
#cargoelanafe I
[bondiola VIII]
Poco a poco se fueron encargando del show. El señor más alto del mundo, el merengue negro (así le decían por su perfecta y simpática cabellera), la chica semi humana, el bailarín sin fin tin bin fueron desfilando por el escenario dejándonos un poco de esa magia que sólo se encuentra ahí cuando arriba también apagaron las luces.
[bondiola VII]
[bondiola VI]
Levanté mi brazo y una oleada de aire caliente me hizo sentir que el invierno se aproximaba. Me sumergí en la ola recordando el placer de hacerlo en otro lugar y en otra época del año y ahí sucedió. No era la primera vez que pasaba y espero tampoco la última. El viaje fue como esos segundos previos al desmayo: sabes que algo va a pasar pero no podes hacer nada para impedirlo; igual la mayoría de las veces no me gusta impedirlo.
Estaba y no estaba en el lugar. Creo que la gente me veía, de hecho, le cedí el asiento a un hombrecito que cargaba a otro aún más pequeño que él. Después de un rato me lo devolvió y mis ojos se clavaron en la ventana. Estábamos quietos pero nos movíamos. Creo que yo sola me di cuenta.
Después de un rato algo decidió que tenía que abandonar el lugar y cuando me despedía de la ola ella se iba y yo me fui.
fotografía eterna.-
Amó la fotografía hasta el último segundo de su vida cuando se olvidó que no todo tiene que ser congelado, cuando se olvidó que hay cosas que las fotos no pueden guardar.
Era una mañana de domingo. El sol y la brisa jugaban simétricamente una mancha con aquellos que salían a la calle. Era una mañana de domingo tan perfecta que cualquiera hubiera apostado que los de arriba habían ganado.
Salió con su cámara y caminó contemplando la rareza del día. Parando por momentos para congelar lo que sus ojos veían.
Dos sujetos terminaron con su calma. Caminaban perseguidos hacia la calle de adoquines. La cámara los siguió. El viento sopló más fuerte y por un segundo, por ese último segundo ya no sintió el sol.
cenicienta nacional.-
y colorado colorín.-
Había otra vez un hombre que nació para ser el verdadero amigo de muchas mujeres.
Dicen que era una hermosa pareja.
Hombre y mujer jamás se conocieron.
[b&c]
Un entrañable profesor empezaba a comprender la enfermedad de dos de sus súbditas por hacer lo que les gustaba. Fiel, más a si mismo que a ellas, les pasó el contacto de un chico para que viera su carpeta.
Entraron y el señor de seguridad les prestó una tijera para terminar su carpeta.
Necesitaban gente que se uniera a su causa: amigos, familiares obligados, compañeros fueron siendo parte de esto.
Y surgió el dilema de cómo explicar el nuevo plan para conquistar a algún DGC.
Generaron su logo y lo que antes era su box se convirtió en fábrica para dar origen a la cerveza B&C ORIGINAL .
Estuvieron con varios creativos, se sacaron fotos, filmaron videos pero la movida parecía estancarse ahí a pesar de las ganas que había detrás de cada botellita de B&C.
A los pocos días llega una solicitud de amistad de un desconocido y el mouse estuvo a punto del ignorar cuando una voz interior reconoció la ilustración del avatar como miembro del grupo.
No sabían quién era pero el medio es apto para averiguar ciertas cosas: información de perfil, amigos, pero nada ayudaba a entender quien era este sujeto. Así que empezaron a mirar las fotos, como quien se resigna a intentar entender una pequeña parte de un todo.
Quizá las señales de la vida hicieron que “ella” tuviera fotos de un colegio en Adrogue o lo que es la vida misma que fuera el mismo colegio al que fue una ellas durante el jardín de infantes.
Lo que seguía claro era que nadie entendía nada. Muchos amigos dieron sus opiniones del caso pero nada, nada cerraba, faltaba darle una vuelta (si nos metemos en ámbito).
Así que no quedaba otra que preguntar para enterarse y un mensaje privado de Facebook fue el medio:
“En serio fuiste al ALFA?! No lo puedo creer
No me ofende que no sepas quién soy ;) perfil bajo me dicen...
Soy Digital Director en DDB y estoy buscando una dupla 360 para el área.
Si querés mandame material y nos juntamos al menos por la cerveza...”
Todo, como muchas otras veces, parecía volver a quedar en palabras pero siguiendo otra conocida frase decidieron no dejar de romper hasta que las atienda.
Se encontraron con un jopo amigable que intentaba describirse como lo contrario y que explicaba que le había llamado la atención el grupo, se había sumado y ofrecía que trabajaran con ella.
Sumate a “Si no nos podes dar laburo, podemos tomar una birra” http://www.facebook.com/group.php?gid=106633922701278&v=photos#!/group.php?gid=106633922701278
[bondiola V]
Sólo habíamos llegado a la terminal.
[bondiola IV]
[bondiola III ~ “triple x”, parte II]
Volví a mirar. Ninguno lo entendería.
Me incorporé y desaparecí.
[bondiola II ~ “triple x”]
Ubicación de privilegio, como ayer: primera fila, asiento unitario como para sentir un poco más la suave brisa de la soledad y que empiece el show.
Admito que lo de hoy fue más un musical que una porno propiamente dicha, quizá sea hora de mezclar un poco más ambos géneros. Giré un poco la cabeza para ver en qué andaban los demás. Por supuesto si uno paga la entrada en este país la aprovecha y ya que la escena era atrapadora volví a mirar hacia delante y seguí con el resto.
Un semáforo, una típica frenada y un beso de despedida armaban un estupendo final condecorado con las gotas bañando poco a poco los vidrios empañados de la unidad de la línea 146.
Recordé una frase que decía muy seguido mi abuelo: “cuando un amigo se va queda un espacio vacío”, era raro pero me estaba pasando lo mismo con el actor.
Quedaba demasiado viaje.
¿Y si hacíamos un bondidebate?
el bunquer.-
[bondiola I]
Afuera todo parece estar bien pero una luz empieza a relampaguear. El cacique despierta sobresaltado: algo amenaza a la tribu 146. Observa la lámpara y mirando el cielo sin entender se pregunta para sus adentros si su lucha, si sus años en el asfalto, servirán de algo.
Su cabeza vuelve a colgar con la charla de esas chicas que desayunan yogurt con jugo de naranja y el té de los días de lluvia lo acompañan con dos o tres masas finas.
Un O.C.N.I. (Objeto Contundente No Identificado) aparece en escena por uno de los vidrios. De fondo un círculo perforado y miles de partículas que brillan con las luces de la ciudad.
El cacique entiende que la llegada de los europeos está más cerca que antes. Cierra sus ojos y se despide con la noche, esa de clima ideal.
creer o reventar.-
Lo que paso aquel día es difícil borrarlo de la mente. La cola era larga, como siempre, pero en la plaza del pueblo había lugar para todos. El otoño estaba llegando y el sol anaranjado se colaba entre las ramas de los árboles. El pasto estaba más verde que los demás días y la alegría de la feria se veía reflejada en la sonrisa de cada niño.
Yo estaba apurado, quería encontrarlo. Así que cuando divise la enorme cola empecé a caminar sin perderme en cualquier otro detalle. Tal era mi prisa que sin quererlo choque con dos pequeñas que me miraron, sonrieron y siguieron su camino para el lado contrario al que seguía yo y el resto de los chicos.
Hice unos pasos más y me detuve. La duda de por qué ellas no caminaban en la dirección correcta inundó mi cabeza. Corrí hacia ellas y pidiéndoles disculpas les pregunte por qué no iban a ver el show como todos los demás.
Es mentira. Respondieron al unísono. Tras un silencio incomodo repleto de miradas la de cabello claro explicó: hace un tiempo conocimos a ese hombre y le pedimos que haga un truco con nosotras. Queríamos dejar de ser oso y delfín (dijo señalándose y señalando a su amiga) pero sólo se quedó mirándonos y dijo que no entendía, que se sentía raro.
Sentirse raro es no creer, dijo secamente la de cabellos oscuros y ondulados.
¿Y que querían ser? La pregunta broto de mi boca sin que tuviera tiempo de pensar si realmente quería formularla.
Hormiga. O abeja. Dijo una y después la otra.
Las mire a los ojos sin entender demasiado lo que pasaba. ¿Por qué pasar de ser hermosos animales a pequeños insectos? Pero con su mirada lograban contestar cada pregunta con seguridad. Me parecía injusto. Sentí que debían ser las primeras de la fila. Eran tan chiquitas y no pedían globos de formas o colores chillones. Tampoco pedían pochochos o algodón de azúcar. Sólo querían ser abeja u hormigas.
Me puse entre ellas y las tome de la mano. Seguimos caminando en la dirección opuesta o en la dirección correcta y cuando los ruidos de la feria quedaron atrás mis manos ya no llevaban nada. Esa tarde, una abeja y una hormiga, me acompañaron hasta mi casa.
amor a primera sonrisa.-
Estaba cerca de los nueve meses cuando me enamoré por primera vez. Recuerdo ir en mi coche por la calle principal del barrio. Conducía mi mamá y estábamos detenidos una esquina cuando la vi.
Ella me miró y sonrió tiernamente. Sentí que me sonrojé y como todo caballero devolví el gesto con una mirada de aceptación y una sonrisa que me duró dos cuadras porque mamá arrancó y aunque intenté darme vuelta para mirarla un rato más el coche tomó velocidad y rápidamente la perdí de vista. La lleve en mi mente esas dos cuadras y cuando me di cuenta que era probable haberla perdido para siempre entré en llanto. Mamá intentaba callarme pero fue inútil. Me ofreció de las mejores golosinas que un niño puede elegir en el kiosco, pero no entendía. Lloré día y noche durante treinta días. Me llevaron a médicos que sólo diagnosticaban mi excelente estado de salud. Creo que les faltó llevarme al cardiólogo porque lo que tenía roto era el corazón.
Pasaron los días y fui calmando mi llanto aunque no mi pena. Muchas otras mujeres me sonreían cuando iba en mi coche pero ninguna se comparaba con aquella que se había ganado mis lágrimas.
Así siguió mi vida, haciendo algún berrinche cada vez que pasaba por esa esquina y eran dos los motivos: por un lado quería llamar la atención y por el otro pasar el mayor tiempo posible por si ella volvía a aparecer.
Con los años entendí que tenía que continuar sin ella. Tuve un amorío con una pequeña de delantal cuadrille celeste cuando yo ya llevaba el rojo; fue lindo pero aniñado.
Yo no creo en esos amores de aquellos que se llevan muchos años. Creo que esos jóvenes son unos vagos, busca vidas. Creo que no entienden lo que puede lograr una mirada y estoy seguro de que nunca les sonrieron cuando iban en coche. Pero yo no voy a ser de esos. Voy a hacer amor de los años.
La voy a encontrar.