El último mensaje leído era de él. En la radio se escuchaba su canción. El tren frenó en la estación. Un reloj en el andén indicaba las 10:02. Una alarma en el corazón me decía otra vez tarde.
En dirección a la vieja estación del ferrocarril
Conocíamos inconscientemente la sutileza eufórica con la que sentía el otro. Por eso, el nunca me preguntó por Javier y yo jamás le pregunté por Mariana.
Javier XIV
Javier XIII
Nuestros pies entrelazados como se acarician las olas que persiguen la línea del horizonte.
Así de inalcanzable tu beso.
Así de imaginaria mi mirada.
Javier XII
Su sonrisa aparecía y desaparecía de mi oscuridad como el gato de Alicia en el país de las maravillas.
Y si, tenía un poco de te miro y otro tanto de querer escaparse.
Pero yo nunca olvidaría a ese que me hizo sentir lo que a esa nena que perseguía conejos el sombrerero loco.
(Antes de irme a soñar, a los que saben brindar cuando las ocasiones no son las socialmente convencionales: ¡Feliz no cumpleaños!)
Javier IX
Leer tus ojos como ese libro que no quiero terminar.
Como esa ola que explota en la orilla.
Como esas manos que abrazan un mate tibio cuando el sol intenta escaparse.
Saber tus ojos como ese libro que elegía en el jardín.
Como esos 362 pasos que me separaban de las piedras del mirador.
Como cada una de esas palabras que me dijiste la noche que sin quererlo le dimos la bienvenida al sol.
A Javier,
mis ojos para que descubra el final de este libro en la casa de la costa desde donde el sol ilumina los suyos aunque se vea la luna.
Javier VIII
Entre una cerveza y otra fue perdiendo algunos besos.
Esa noche encontré uno.
Leffe Blond, pensé.
Javier VII
(y todas las mañanas en las que se imaginó creando la espuma para sus cafés)
Un café con leche y una lágrima en jarrito
La vereda
Nico estaba apoyado contra la pared de aquel viejo club de barrio que deja notar sus años con la vitrina de trofeos perfectamente lustrada que se ve desde la vereda.
La punta de las zapatillas de Mara apenas se dejaban acariciar por los botines embarrados que esperaban no manchar todo el auto de papá.
Tomados de la mano, formaban un triángulo invertido que se balanceaba perfectamente acercando sus labios y alejandolos. Permitiendo algún que otro beso fugaz digno de la edad del acné y diez pesos en la billetera.
Un laberinto de padres, mitad fútbol, mitad handball, me hizo pasar muy cerca de ellos que después de un balanceo completo con roce de labios incluidos empezaron a discutir sobre lo que había dicho el pediatra.
Diagonal norte
Mesa cuatro
Alacenas vacías
36 platos para lavar en loop.
6 mates girando con la brisa matutina.
4 con la llegada de la oscuridad.
Tus cachetes.
Un par de ojos celestes con abuelos que hacían de papás.
3 hamacas y un tobogán.
Un puente (o dos).
Una vuelta a caballito.
Una sonrisa con hoyuelos.
Una mirada de la infancia.
Un recuerdo.
Una mancha de pintura verde y lila.
Un perro. Ella.
4 piezas. 1 cocina. 1 lavadero. Baños.
2 guitarras.
Tu cielo.