Una lagrima sin sentido.-

Cerró los ojos y empezó a creer en todas esas cosas que alguien le había dicho alguna vez.
Recordaba cada brillo en la mirada de unos y otros.
Abrió los ojos y con una lágrima recorriendo su mejilla se dio cuenta que su mente había sido usurpada por  la única frase que contradecía al resto. ¿Y si era esa la única que recorría el camino de la verdad?
Cerró los ojos. Tantas voces no podían estar equivocadas: esa lágrima no tenía sentido.

#hacemostodojuntas (Volar)

Lo mágico de volar es sentir la libertad como nunca antes lo hiciste y una vez que pase eso ellos se resistirán y buscarán la felicidad en el lugar incorrecto.
Aunque después de todo no tenían la culpa. Y era correcto que así pensarán, era predecible que así actuaran, no se habían dado cuenta que estaban en una obra de teatro.
Los tres se sentaron de espalda al escenario creyendo que de esa forma algo cambiaría: Nadie les había dicho que la magia sólo pasaba en los cuentos de hadas. Y en ningún lugar más. Debían aceptar que habían crecido. Ya no iban a poder viajar juntos cuando quisieran, ahora tenían otras responsabilidades  y esas cosas no se pueden dejar de lado, como los caballos: sus pelos se volvieron crespos y alguien los domaba.
Ahora más que nunca debían empacar todo y marcharse antes de que desaparezca la luna. ¿Existirá la luna? Creo que llegué a un punto donde ya no creo nada, le dijo al oído aquella mañana. Tomó un café con tostadas y se marchó, y su último centavo se lo dejó al mozo que nunca lo atendió.

[UNO A UNO, por @Clolet y @Herme00, una tarde de otoño]

La mafia.-

Se encontraron en el primer descanso de la escalera como por casualidad. El señor de piloto y boina negra había subido por la escalera de la izquierda y el del conjunto marrón nuez por la escalera derecha. Se saludaron cordialmente a los pies de una nueva escalera y con un paso hacia adelante se encontraron subiendo a la par. El viento hacía vibrar esos bigotes que dentro de unos meses en situación similar estarían inundados de fina escarcha. Cuando llegaron al final de la escalera, marrón nuez, con un sutil movimiento le entregó su maletín al señor de piloto y boina negra. Volvieron a saludarse cordialmente y se perdieron a izquierda y derecha respectivamente.

En la calle Corrientes II.-

Caminó como todos los días hasta llegar a la avenida principal.
El cielo pasaba de gris claro a gris oscuro a cada paso que daba.
El viento levantaba algunas hojas que bailaban al costado del cordón.
El chocolatero ya no sonreía y sus ojos reclamaban a gritos compasión.
Mariel corrió. Bajó por el túnel y escuchó la alarma que le informaba que ya era tarde.
Subió. Buscó al chocolatero pero ya no estaba.
El viento ya no movía las hojas. Mariel se sentó a esperar y esperó.