Los 7 pecados envasados.-

La mesa estaba servida, el mozo, el de siempre, había preparado cada botella frente a cada silla y un copón lleno de hielos unía todo desde el centro.

Llegamos a las 23 y algunos minutos, como todos los miércoles desde hacía ya unos cuantos años. Nos sacamos los abrigos, nos sentamos y cada una se sirvió su bebida. La ronda de vasos era despareja: algunas copas, vasos largos y finos, cortos y gordos, algún que otro sorbete y un vaso con aza.

Una vez que todos los vasos estuvieron servidos, y también como cada miércoles, Whisky empezó a hablar y no lo van a poder creer: sus problemas en el trabajo, sumados a los de la pareja (ella no se casó, no quería “ser de nadie”) eran más importantes que los de las otras 6, así que si mis cálculos no me fallan habremos estado escuchándola cerca de 3 o 4 rondas.

El mozo nos trajo más hielo y como si todo estuviera ensayado la insípida de Agua siguió con lo suyo: en ese momento sentí un deja vu todo lo que habíamos contado la semana pasada aparecía en sus palabras, ella ahora lo quería y a continuación nos refresco con su falsa transparencia (odio que se haga la pobrecita: “es que todas ustedes tienen graduación alcohólica” “ah, seguro que por eso son tan felices”).

Decidí cortarle su discurso, me tenía harta. Ella, Whisky y seguro la próxima que hablara también. Creo que hasta estaba harta de ser yo misma, mi porrón ya no estaba frío y si encima me agrego hielo… Ya bastante tengo con creer que una Cerveza barata como yo algún día va a pertenecer realmente a esta elite (pero me conformo pensando que no es solo mi culpa).

Y entonces escuchamos unos sollozos de los que no nos habíamos percatado antes: Vino miraba por la ventana la nublada noche y tras un largo suspiro añoró: “podríamos estar viendo una hermosa luna llena” entonces Fernet dijo por lo bajo y con el suficiente volumen para que todas lo escuchemos: “podría haber sido ensalada de frutas, pero soy vino, pensar que yo era feliz en el viñedo”.

Ya íbamos por la sexta ronda, así que algunas risas se escaparon. Es que a alguien así como Fernet nunca va a ser comprendido por todos: nació para unos pocos y sólo a sus bocas se entrega.

Para cortar el momento amargo Speed llamó una vez más al mozo, le pidió un par de licores: quería de melón, de arándanos, de frutilla, de chocolate y de mandarina y ya que estábamos probar como quedaba con el de café.

Para entonces la noche estaba terminando, Champaña admiraba su botella vacía que perfectamente podría ser una pieza de colección pero su brazo no la alcanzó cuando intentó agarrarla para mirarla de más cerca.

Entonces terminamos nuestros vasos de la séptima ronda, agarramos nuestros abrigos y nos fuimos.

Oscuridad.-

De repente sentí que era un nene chiquito.
Me mandaron a dormir y después de desearme buenas noches apagaron la luz.
Cerraron la puerta sin dejar pasar ni un rayo de luz.
La persiana ya no bajaba más.
Y mi luz del Pato Donald para el enchufe dejó de funcionar.

Ese día en el medio de la oscuridad conocí lo que es el miedo.

La vida es demasiado corta, pensó la mariposa.-

¿Y tu eres feliz? Preguntó la mariposa a una abeja que se encontraba en su misma flor.
Claro, le contestó esta. Me gusta mi trabajo, voy de flor en flor.

Una flor y un café.-

Cada mañana creía que aquella que estuviera con él era sin duda la mujer más afortunada de todas.
Cada mañana a la misma hora lo veía desde la ventana del colectivo con un vaso de café y un hermoso ramo de flores.
Entonces cada mañana cuando ella se despertaba disfrutaba del hermoso aroma del café y se fascinaba con el color de cada flor que cada mañana era diferente y más espectacular que la del día anterior.
No importaba si llovía, había sol, hacía frío: el estaba ahí con el gigantesco ramo esperando para cruzar la calle y deslumbrar una mañana más a su damisela.
Sería una rutina que no me aburriría nunca, pensaba desde la ventana del colectivo que poco a poco se iba empañando por la incrementación excesiva de pasajeros.
Y una mañana ya no se vio tan singular ni tan caballero como aquel hombre que conquistaba a su mujer todos los días. Una mañana le dieron el uniforme de la florería.