No es más que un hasta luego


Taller de escritura
(por Gabriela Bejerman)
texto 14



Emocionada por la canción “del adiós” espero el final de cada fogón.

Ese momento que empieza cuando lo demás termina.

Acompañar al fuego en su extinción. No alimentarlo más. Ver como poco a poco pierde calor. Nos deja a oscuras. Alguna que otra guitarra empieza a sonar, alguna que otra risa.

Abundan las conversaciones de esas que sólo viven si las palabras se dicen al oído. De esas que sólo valen si los cuerpos están cerca.

Su calor ya no alcanza. Ahora es necesario aceptar y aprovechar el calor de los cuerpos.

Las posiciones cambian.

Alguno que otro desaparece, como los grandes troncos que formaban el fuego horas atrás.

Los más sentimentales nos ponemos tristes por no poder contemplar el cielo y el fuego a la vez. Nos turnamos: decidimos por uno y por el otro. Disfrutamos la cercanía de una braza y los kilómetros que nos alejan de las estrellas.

Ya no queda demasiado. De nada. Ni del fuego. Ni del campamento.

Última noche. Última, que hace quince días parecía a la distancia de una estrella.

Somos los de siempre. Somos los que hace muchos años no podíamos acompañar al fuego en su extinción. Nos mandaban a dormir. (Claro, éramos chicos).

Imaginábamos. Deseábamos. Intentábamos dejar los ojos despegados el mayor tiempo posible, pero el cansancio de los días nos vencía. Nunca llegábamos a ver el sol.

Hoy somos otros. Somos los que nos podemos quedar alrededor de unos troncos quemados esperando que el cielo cambie de color.
Somos los que mandamos a dormir a otros.
Somos los que acumulamos pensamientos acerca de lo que fue.
Somos los que sabemos que al otro día los cuerpos ya no van a estar tan pegados y las palabras ya no se van a decir al oído.

Hay que aprovechar cada segundo de un fuego. Una noche. Un abrazo. Esa sonrisa en la oscuridad.


Todos sabemos cómo empieza nuestro fuego: “Al norte las tierras cálidas, al sur los hielos eternos, al este el mar bravío y al oeste la inmensa cordillera”. Y de norte a sur y de este a oeste nace la llama.
Pero nadie sabe cómo termina su fuego, cuál es la última braza que nos dará calor.

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