rotonda

Salir de la rotonda.

Dejar de girar.

Dejar de seguir esa única dirección que sólo seguías por inercia.

Dejar de estar preso en ese círculo que te mantenía en movimiento.

Un movimiento absurdo y siniestro que te hacía creer que avanzabas.

¿Avanzar?

Seguir recorriendo los mismos lugares.

Lugares encerrados por una rotonda.



Apareció un camino y el instinto de un latido te hizo salir de la aburrida y oxidada calesita.

Abandonar el mareo que ya no sentías.

Dejar de dar vueltas y avanzar.



Febrero 26

Hace un año se arrepentía.
Hace un poco menos se lo confesaba.
Hace unos meses que no se ven.
Hace unos días que no se hablan.
Hace unas horas ella espera que no se vuelva a arrepentir.

[bondiola XII]

El subte ya estaba en la estación.

Él se paró,

le dio un beso a su hijo que leía y no leía un libro blanco y viejo.

Este levantó la vista

y mientras su padre traspasaba la puerta le deseó suerte.

Volvió a sumergirse en su libro,

mientras sus ojos solo leían que hoy podía ser otro de esos días en los que podría cambiarles la vida.

Corazón viajero: no importa el tiempo ni el lugar.

Escribiendo en hojas de papel como lo había planeado mientras siento la brisa que después de días decidió salir a correr y afloja el calor de mis músculos.

Ni el lugar ni el clima que me había y me habían pronosticado, pero tal vez los que tenían que ser.

Animales exóticos se esconden detrás de los adoquines que desde que tengo memoria están en mi patio (y eso que el patio fue cambiando: de lugar y de forma).

Quizá era el momento de disfrutar esos lugares a los que uno no les entrega el tiempo suficiente por vivir al ritmo de esta ciudad.

Me cebo un mate, mi papá enrolla la manguera con la que segundos atrás dejaba reluciente cada baldosa (como siempre) y descubro que de la rodilla para abajo somos la misma forma. Mamá se asoma por la ventana afirmando que ese es el escondite de las lagartijas. Papá me pregunta si vi a la chiquita o a la grande. Yo me pregunto hace cuanto tenemos mascotas y por qué todavía no les pusimos nombre.

El cielo cambia como si alguien que no sabe pintar con acuarelas estuviera jugando con ellas.

Creo que hoy mi corazón está como el cielo.

corazón viajero

Un día el mapa se reduce a plano.

Ese día dejo de buscarte.

preferiría

Si algún día una sala tuviese que llevar mi nombre preferiría que con el bauticen a la máquina expendedora de snacks. (A no ser que la sala sin nombre sea el buffet).

(llamada perdida)

Lo bueno es que al parecer tenés las cosas claras.
Lo malo es que no sé si lo anterior es cierto o estás empachado de tu propio orgullo.
(Le dijo a su contestadora mientras él observaba en silencio como desaparecía la leyenda de "llamada perdida").

...se casa una vieja!

Decidió sentarse a escribir sobre que no podía escribir a ver si lograba escribir.

“Qué semanita que tenemos” se dijo.

Y lo corroboró ese duende que anda salpicando por su mente. Desordenándola. Trayendo recuerdos del futuro y planeando el pasado.

Indecisión.

Polémica interna.

Y nada por decidir.

Querer y no querer difieren ampliamente de amar y odiar.

Sintió las dos. Las cuatro.

Miró hacia atrás y divisó sonrisas.

Se asomó hacia adelante y descubrió carcajadas.

Se vio en ese instante y llovía con sol.

Un vacío se llenaba con lo que creía eran reminiscencias.

Y no se daba cuenta que hacía días su corazón convivía con eso.

Añoraba la mirada penetrante del señor que ya no la observaba en la esquina de la calle Uruguay.

Extrañaba la perspicaz sonrisa que lo transformaba en aquel niño estirando su remera para agarrar más golosinas en esa imponente catarata de dulzura y diversión que generan las mejores piñatas.

Lo recordaba como ese beso que adelante de todos se camuflo como un gecko que nunca fue descubierto por su depredador.

No se preguntó ni cómo, ni cuándo, ni por qué.

¿Para qué?

Eligió mirar el arcoíris y reinventar cada color.

#ProblemasPsicolaborales VII

Estoy NOKIAda.

Ella.

Ella mira el mar.
Yo me escapo a la costa cuando puedo para verla.

Esa línea infinita que separa nos une.

8 meses piensa (y suspira).
8 meses pienso (y pienso)
y suspiro.





Amor bicolor.

Tomaron el mismo taxi. La noche les regalaba carriles fugaces en la vieja avenida.
Se miraron en silencio. Ese silencio que después de meses era familiar. Ese silencio que nunca los había incomodado. Ese silencio con el que aprendieron a disfrutar la escala cromática de las miradas.
Se miraron lo que dura un parpadeo y se besaron.
Y el beso no olía a reencuentro pero tampoco a despedida. Los labios estaban tan cómodos como los cuerpos aquella noche en el sillón del bar de la calle San Jorge.
El taxi dobló pero el empedrado no pareció distraerlos.
El recorrido terminó.
Después el beso.
Volvieron a mirarse sin enteder por qué se separaban. Por qué sus ojos volvían a elegir el gris de las miradas de otros.

Él ya no mira a los ojos.
Ella busca una mirada multicolor.

2 y 2 son 4

Las gotas empezaban a cubrir la vereda. Al principio eran unos pocos puntos que cambiaban las esquemáticas baldosas grises por unas con un entretenido efecto a lunares.

Adelante mío estaban ellos.
Él y ella para ser más exactos.
Los tres nos dedicábamos a esperar la llegada del autobús que nos acercaría al centro.

Al cabo de un rato esa llovizna rítmica que competía con el paso del viejo tren hizo que todo se vuelva nuevamente gris.

Hice 3 pasos para atrás hasta quedar en el lugar donde la vereda todavía era gris claro.
Ellos se quedaron ahí. Adelante mío.

Después de verificar que nada de lo que esperábamos estaba a la vista ella sacó su paraguas. Lo abrió y lo colocó a su altura.
Él, encorvado para poder compartir la protección de ese paraguas, se agachó aún más, deslizó su brazo por el cuello de ella, acercó su rostro al de ella y sacándole el paraguas tiernamente de la mano la besó.

Se miraron por 3 segundos con la fuerza de una mirada que une el vagón con la estación que está dejando atrás.
Yo miré para atrás. Sólo quedaba el tronco del árbol que me cubría de la lluvia. Tan quieto como los abrazos que ya no me das.