El azul iba ganando una profundidad que
todavía le quedaba lejos a la que nuestros ojos se habían sumergido unos
kilómetros más allá donde alguien decidió sembrar decenas de estrellas que acá
cultivaron y se olvidaron de reponer.
La sensación de extrañar se volvía una lista
interminable de supermercado. Una de esas listas digna de alacenas vacías. De cosas.
De tiempo. De ganas. Digna de heladeras sin nada.
Un tapizado.
36 platos para lavar en loop.
6 mates girando con la brisa matutina.
4 con la llegada de la oscuridad.
Tus cachetes.
Un par de ojos celestes con abuelos que hacían de papás.
3 hamacas y un tobogán.
Un puente (o dos).
Una vuelta a caballito.
Una sonrisa con hoyuelos.
Una mirada de la infancia.
Un recuerdo.
Una mancha de pintura verde y lila.
Un perro. Ella.
4 piezas. 1 cocina. 1 lavadero. Baños.
2 guitarras.
Un cielo. 36 platos para lavar en loop.
6 mates girando con la brisa matutina.
4 con la llegada de la oscuridad.
Tus cachetes.
Un par de ojos celestes con abuelos que hacían de papás.
3 hamacas y un tobogán.
Un puente (o dos).
Una vuelta a caballito.
Una sonrisa con hoyuelos.
Una mirada de la infancia.
Un recuerdo.
Una mancha de pintura verde y lila.
Un perro. Ella.
4 piezas. 1 cocina. 1 lavadero. Baños.
2 guitarras.
Tu cielo.