Me gusta sentir.

Una de las cosas más difíciles que encuentro al escribir es describir una sensación que es una mezcla de sensaciones y que no fue definida por nadie en ningún lugar. Pero existe porque yo la siento: a veces con un poco más de esto y aquello, y otras con más aquello que esto, pero circula por este cuerpo. Existe. Y se dispersa en la piel, la cabeza y el pecho. (si, también suele llegar a la panza; a esa parte de la panza que a veces siente más que el propio corazón y es más certera que la propia cabeza). Y existe porque yo la siento. Y estoy segura de que si pudiera describirla, más de uno bajaría su mentón al mismo tiempo que en un segundo lento sus parpados cubrirían las cuerdas vocales del corazón.

Me gusta sentirla. Y por haberle prestado un poco de atención hoy puedo provocarla. Entonces vuelve a existir y vuelvo a sentirla y vuelve a recorrer mi cuerpo.

Y acá si puede que no haya mentones “ratificadores” pero observar el mar sintiendo la arena o recorrer la ruta bajo la oscuridad del cielo que ya se despidió del sol o escuchar el roce de tus dedos en las cuerdas de la criolla a mi (A MI) me hacen sentirla. Entonces existe. Y como existe provoca y a esa si la definieron, le suelen decir placer.

Monstruos en la oscuridad.

Apagué las luces de mi cuarto y en el medio de esa oscuridad quebrada por los diminutos rayos de luz que se colaban por una persiana cerrada sin precisión me dispuse a pensar en los miedos. En mis miedos. En esos miedos que son míos pero no pagué por ellos ni me los regalaron. En esos miedos que así como aparecieron, un día (esperemos), ya no van a estar.

Empecé haciendo memoria, recordando aquellos miedos que ya no están. Lejos de ser miedos de cuentos, los de mi infancia, fueron miedos influenciados por haber nacido cuando y donde nací.
Creo que me hubiera gustado tenerle miedo a los monstruos o a la oscuridad para saber que se siente o para saber que sintieron los que un día escribieron esos cuentos en los que en 3 páginas uno pasa de cobarde a valiente. De estar escondido abajo de las sábanas a descubrir que la cama de noche se convierte en una divertida cama elástica; De ver lo inmenso que es un árbol desde abajo a descubrir lo pequeña que es una ciudad vista desde la copa que antes parecía inalcanzable.
No sé si funciona pero si girar 3 páginas sacara los miedos sólo podríamos tenerle miedo a cortarnos con una hoja de papel (y sólo mientras sigan existiendo los cuentos de papel).

Entonces un día ya no tendríamos miedo.

Y eso era exactamente lo mismo que creíamos cuando éramos chiquitos. Que llegaría el día que ya no tendríamos miedo. Y no entiendo por qué nadie nos dijo que los miedos no desaparecen sino que mutan. Y las mutaciones son influenciadas por el tiempo y el lugar donde vivimos.

Capaz cuando los pelos blancos predominen por sobre los de color entonces ya no se tiene miedo. Es otra posibilidad que no puedo verificar ahora. Quizá son señores y señoras de pelo blanco los que pueden escribir cuentos en los que dando vuelta 3 páginas podemos dejar de lado la cobardía que nos abrumaba en la página 1.

Capaz cuando los pelos blancos predominan por sobre los de color se pueden ver cosas en la oscuridad y hay monstruos que se llevan los miedos que nos acompañaron durante nuestros años de cabelleras rubias, morochas o pelirrojas.

Capaz sólo haya que girar 3 páginas.

Carta del corazón a mi hermana menor.

Este es un extracto de un texto que escrbí, se titula "La del medio"


"...Una hermana mayor que podría definirse como lo absolutamente contrario a mí y una hermana menor que con el pasar de los años se va convirtiendo (a su manera) en un reflejo mío.

Está claro con quien me llevo mejor aunque haya más diferencia de edad,

Aunque se enoje porque le uso la ropa…

Y es que abrirle el camino a tu hermano menor termina sintiéndose de alguna forma..."


(y por si te quedan dudas de que nos parecemos paso a explicar a nuestros corazones con un pedazo de una canción de Chiquititas)

"Corazón de melón
Corazón de cartón
Corazón de papel
que ustedes no pueden ver"

(se olvidaron de corazón de cebolla, que es el nuestro...
envuelto y envuelto en capas que muy pocos logran traspasar
porque muchos se largan a llorar antes, sin razón o solo porque pica y molesta
y abandonan...
y son todos esos los que se quedan sin probar la comida
pero los que se aburrieron de corazones de melón, de cartón o de papel
se sumergen a la aventura que es nuestro corazón,
porque por lo menos yo, no voy a negar que es toda una aventura)

Te quiero hermanita.
Te quiero y punto.
(fui hasta la capa mas profunda de mi corazón de cebolla y decía eso, y no, no me costó el camino porque el de mi cuore me lo se de memoria!)
No hay nada más que explicar ni que decir.
Disfruta el servicio que ese si que va a saber como traspasar las capas sin ningún problema y va a llegar hasta lo mas mas mas profundo y se va a quedar ahí para siempre!
<3

Chau me fui a ver Revoltijos http://revoltijos.tumblr.com/ :)
(o a usarte algo que hayas dejado en el placard)
CHICHI

Alpiste...

Si hoy inaugurara la lista de los que se la perdieron no serías el primero.
Pero estarías ahí. Y eso que no hice ningún esfuerzo porque te ganaras un lugar.

Como diría mi antiguo yo: alpiste...perdiste.

La del medio.

Desde hace 222 meses soy la del medio.

Pero no cualquier “la del medio”. Desde hace 222 meses soy la del medio de 3 mujeres.

Una hermana mayor que podría definirse como lo absolutamente contrario a mí y una hermana menor que con el pasar de los años se va convirtiendo (a su manera) en un reflejo mío.

Está claro con quien me llevo mejor aunque haya más diferencia de edad,

Aunque se enoje porque le uso la ropa…

Y es que abrirle el camino a tu hermano menor termina sintiéndose de alguna forma.

Pero volvamos:

Desde hace 222 meses soy la que tiene la culpa de..

Soy la que papá nunca le reclama nada..

Soy la que no levanta la mesa..

Soy la que hace sin pedir permiso..

Soy la del medio.

Y en realidad la culpa la tengo por perder el 2 contra 1 que se genera por el “Edipo” de los hermanos mayor-menor.

No me reclaman porque no reclamo.

No exijo.

Calculo mis límites.

Creo que los del medio vivimos así: disímil.

La vida nos enseña a vivir diferente.

Sin la súper protección por ser el mayor.

Ni los mimos por ser el menor.

Haciendo lo que no hizo el mayor.

Y cubriendo lo que hace el menor.

(porque a nosotros nos hubiera gustado que esa capa nos tape más de una vez).

Soy la del medio.

Vivo en esa ensalada que se condimenta sola y queda bien.

A veces analizo esto que nos pasa como si estuviéramos corriendo una carrera. Todos se acuerdan de los primeros y de los últimos. Nadie de los del medio, sin saber que estos son el impulso de unos y el anhelo de los otros.