(yo ya lo sé)

Lo que ella no sabe (y no quiere saber) es que desde aquel día, por enero del 99, él no va a volver a ser jamás el que fue.

yerba no hay.

Sonaba esta música.

Estábamos él y yo.

Nosotros.

Solos.

Llovía del lado de adentro y a él lo habían besado tantos labios que ya no sabía si quería besarlo.

Y había escuchado tantas historias que la mía posiblemente le pareciera una más.

Lo miré desde el sillón y con esa amarga dulzura que me enloquece insinuó que lo intentemos.

Me paré, caminé descalza hasta la cocina y tras el silbido de la pava fuimos uno.