Un pirata y un lord francés.

-cualquier similitud con la realidad es pura consecuencia-


Esta es la historia de un pirata. De un lord francés. Y de un cuore.

Un cuore que conoció a uno.

A otro.

Y se enamoró.

Como se enamoran los pies del verano. Así.

Sencillo.

Tarde.


El pirata era un hombre impenetrable.
Corrección: el pirata para el mundo era un hombre impenetrable.

Un hombre con una mirada segura, hasta que alguien demostrara lo contrario.

Y el cuore lo demostró.

Y así termina esta historia. (Esta parte de la historia).

Y jamás encontrarán el fragmento así contado en la bitácora del complicado capitán.

Él es un hombre impenetrable.


El lord francés era otra cosa.

Me atrevería a decir lo contrario.

El lord francés era un hombre misterioso.
Temo que hasta a él mismo le intrigaban ciertas cosas de su vida.

Y el cuore que vagaba sin más altibajos que algunos cuentos de piratas, sintió una extraña sensación. Y se metió en el misterioso mundo del lord francés.

Y algunos dicen que sigue perdido allá adentro.

Otros aseguran que lo han visto emborracharse en un bar oculto de una ciudad perdida.

Y unos pocos señalan que el cuore se ha tomado unas merecidas vacaciones después de descubrir con veracidad ínfimos misterios del lord.


Yo no puedo contarles donde está hoy.

Pero está.

Y les aseguro: es un cuore aventurero.



Quizás. Quizás. Quizás. (capítulo 2)

Faltó un viaje.

Desapareció un tema a todo lo que da mientras el sol se escondía a un lado de la ruta.

Se esfumó esa madrugada recorriendo kilómetros al son de los palitos de queso y las papas fritas jugando una carrera con las estrellas.

Se evaporó un mate mirando el horizonte.

Se desvaneció el sonido de los latidos mientras las miradas conversaban en silencio.

Huyó una caricia sacudiendo una sonrisa cuando el sol ahuyentaba la oscuridad desde la ventana.

Emigró un amor que no pagó peaje.

Que no cumplió estadía.

Que no quiso volar.


Nos faltó un viaje.



Quizás. Quizás. Quizás.

A menudo sueña con viajar en globo.

Quizá para alejarse de todos.

Quizá para verlos a todos.

Quizá para sentir aire nuevo.

Un sueño lleno de quizás o algunos quizás llenos de sueños.


A menudo sueña con bucear.

Quizá para alejarse de todos.

Quizá para no ver a nadie.

Quizá para sentir otro aire.

Y otra vez, un sueño lleno de quizás o algunos quizás llenos de sueños.


A menudo sueña con él.

Quizá para tenerlo cerca.

Quizá para sólo ver sus ojos.

Quizá para sentir lo que sentía un rato más.

Y esta vez, él lleno de quizás y algunos quizás llenos de sueños.



A menudo sueña (y vuelve a despertar).



respirar

Respiré profundo, como quien inhala un suspiro denso de responsabilidad, miedo y culpa.

Uno de esos suspiros que caen como balde lleno de piedras al fondo de un aljibe.


Sentí.

Lo sentí.

Me sentí.

Sentí.


Y un te amo salió desde lo más profundo del pozo. De mi pozo.

Y con él se deshicieron mis piedras.

Hice arena.

Y una parte del te amo no era mía, era tuya.

Hicimos playa.


Y me dispuse a contemplar el horizonte.

Línea infinita e inalcanzable.


(me dispuse a contemplarte)

(infinito e inalcanzable)



el tiempo se empacó

Ayer conocí al tiempo. Un tiempo que juega al juego del horizonte. Un tiempo que si él avanza no avanza. Y si yo avanzo tampoco. Un tiempo que se empacó y si no corremos juntos no corre.

Ayer lo conocí y me contó sus reglas. Discutimos un rato.
No hubo caso.

Me dijo que con él iba a entenderlo y que confíe en su experiencia. No pude contradecirlo.

Me dijo que podía quedarme así, quieta, o podía volver a jugar.

Repasé las reglas.

Avanzar sólo no sirve. Tenemos que movernos juntos.

El silencio se convirtió en las risas que alguna vez fueron carcajadas.

Tenés miedo y no te culpo. Pero quizá algún día conozcas al tiempo que yo conocí y entiendas sus reglas.

Te agarré de la mano y caminamos por la vereda de baldosas flojas. Yo te miraba a los ojos. Vos mirabas el piso para no caerte. Para no caernos.

El tiempo corría otra vez. Estábamos jugando.

Una baldosa floja te ensució con barro.

Dejaste de sentir la adrenalina que provocan las avenidas una noche de verano. Dejé de sentir tu mano.

Saliste corriendo.

Otra vez.

Otra vez el tiempo se detuvo.

Así no es el juego.


El tiempo me confirma que tenemos que jugar juntos.

Yo lo confirmo cada vez que te animas a jugar.