Un café con leche y una lágrima en jarrito


El era psicólogo. Ella también.
El jueves se encontraron a las 15:51 en el café Royale.

Estaban sentados en la mesa que da a la ventana de la avenida y sin saberlo se contaron nuestra historia de amor.






La vereda

Nico estaba apoyado contra la pared de aquel viejo club de barrio que deja notar sus años con la vitrina de trofeos perfectamente lustrada que se ve desde la vereda.
La punta de las zapatillas de Mara apenas se dejaban acariciar por los botines embarrados que esperaban no manchar todo el auto de papá.
Tomados de la mano, formaban un triángulo invertido que se balanceaba perfectamente acercando sus labios y alejandolos. Permitiendo algún que otro beso fugaz digno de la edad del acné y diez pesos en la billetera.
Un laberinto de padres, mitad fútbol, mitad handball, me hizo pasar muy cerca de ellos que después de un balanceo completo con roce de labios incluidos empezaron a discutir sobre lo que había dicho el pediatra.

Diagonal norte

Vivíamos uno enfrente del otro.
La diagonal entre mi ventana de la cocina y la suya del comedor era el callejón perfecto para nuestras miradas que rara vez hacíamos coincidir. Preferíamos mirarnos por turnos. Era uno de los tantos pactos implícitos que habíamos hecho desde que yo me mudé al departamento de la calle Concordia.
Solía empezar él, cuando yo todavía en pantuflas tomaba mi té con leche combinado con dos tostadas –casi siempre quemadas– con manteca y mermelada de damasco. Seguía yo, me gustaba sumergirme en su concentración mientras revisaba los mails sentado en el sillón. Ya le conocía todas las muecas y podía hacer un resumen rápido acerca de cómo iba a estar durante el día según las noticias de su bandeja de entrada.
La diagonal entre mi ventana de la cocina y la suya del comedor era el callejón perfecto para nuestras miradas que se estaban acostumbrando a coincidir.

Hace cinco días le llegó un sillón nuevo. Hace tres días reubicó los muebles del comedor. Hace dos té con leche que extraño la diagonal. Hace 4 tostadas que no se me queman.