El subte ya estaba en la estación.
Él se paró,
le dio un beso a su hijo que leía y no leía un libro blanco y viejo.
Este levantó la vista
y mientras su padre traspasaba la puerta le deseó suerte.
Volvió a sumergirse en su libro,
mientras sus ojos solo leían que hoy podía ser otro de esos días en los que podría cambiarles la vida.
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