Amor bicolor.

Tomaron el mismo taxi. La noche les regalaba carriles fugaces en la vieja avenida.
Se miraron en silencio. Ese silencio que después de meses era familiar. Ese silencio que nunca los había incomodado. Ese silencio con el que aprendieron a disfrutar la escala cromática de las miradas.
Se miraron lo que dura un parpadeo y se besaron.
Y el beso no olía a reencuentro pero tampoco a despedida. Los labios estaban tan cómodos como los cuerpos aquella noche en el sillón del bar de la calle San Jorge.
El taxi dobló pero el empedrado no pareció distraerlos.
El recorrido terminó.
Después el beso.
Volvieron a mirarse sin enteder por qué se separaban. Por qué sus ojos volvían a elegir el gris de las miradas de otros.

Él ya no mira a los ojos.
Ella busca una mirada multicolor.

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