fotografía eterna.-

Él era de esos que se llama de una forma y su cara debería tener otro nombre.
Amó la fotografía hasta el último segundo de su vida cuando se olvidó que no todo tiene que ser congelado, cuando se olvidó que hay cosas que las fotos no pueden guardar.
Era una mañana de domingo. El sol y la brisa jugaban simétricamente una mancha con aquellos que salían a la calle. Era una mañana de domingo tan perfecta que cualquiera hubiera apostado que los de arriba habían ganado.
Salió con su cámara y caminó contemplando la rareza del día. Parando por momentos para congelar lo que sus ojos veían.
Dos sujetos terminaron con su calma. Caminaban perseguidos hacia la calle de adoquines. La cámara los siguió. El viento sopló más fuerte y por un segundo, por ese último segundo ya no sintió el sol.

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