MARIEL


Mariel es una puerta sin cerrar.
Eso es lo que dijo Belinda en el té
del pasado jueves y nadie refutó su teoría.
Té al que Mariel, por un dolor de cabeza, no asistió.

Mariel tiene 73. Cumple 74 en la próxima nevada. Luce una cabellera gris tornasolada que se corta recta y perfecta 7 cm abajo de los hombros. Su melena voluminosa es la razón de cientos de charlas que terminan concluyendo en que “así está bien” (y así la lleva hace ya 6 años).

Pero el jueves nadie refutó la teoría.
Y es que como toda teoría de Belinda siempre hay una explicación por la que nadie objeta, más bien, asentimos. Y esta vez, como casi siempre, la respuesta fueron los hombres, o mejor dicho: el amor.

Mariel se enamoró por primera vez cuando tenía quince años.
Se enamoró por primera y única vez cuando tenía quince años.

Después tuvo 2 novios. A los 27 se caso con el segundo.
Se separó.
A los 40, en esa fabulosa etapa en la que te descubrís vieja y no tenés idea de vejez se fue a vivir con un hombre 17 años mayor. Y hoy, vive sola en una de las pocas torres que quedan en el barrio.

Ni del primero.
Ni del segundo.
Ni del último.

Ella no volvió a enamorarse nunca.

Y al primero lo quería, pero añoraba a su amor adolecente.
Al segundo creyó amarlo. Pero uno no ama si vive enamorado de un recuerdo.
Y al último lo hizo feliz.

Mariel nunca acepto que su único amor fue ese jovencito de diecisiete años.
Mariel nunca cerró esa puerta.
Por eso no se volvió a enamorar.

Sus consejos aún hoy siguen remitiendo a historias de ese invierno de 1954.
Un invierno que para todos duró cuatro meses y para su corazón aún perdura.


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