Sal gruesa para mi corazón.-

Aparecen en mi mente dos personajes cotidianos.
90% odiados y 100% necesarios a no ser que alguien tenga el poder de transportar productos con la mente o construir casas con solo mirar un terreno baldío.

Y entonces me pregunto por qué el odio y me contesto que un poco de culpa tienen. Excepto que sea imprescindible hacer una maniobra inadecuada para pegarse al cordón, ir a 2 km por hora en plena avenida o tocar esa bocina única de los camiones al son de “a vos no te cojo, con vos hago el amor” (o frases del estilo) y yo no me haya enterado. Pero no, creo que todavía no se volvió un accionar imprescindible aunque tiene asistencia perfecta.
Entonces un poco de culpa tienen, pero no dejan de ser necesarios.
Y me vuelvo a preguntar por qué tanto odio.
No tengo respuesta y hasta creo que más de una (no me incluyo ni me excluyo) debería estar agradecida.

Por otro lado, considero a ambos rubros (construcción y camioneros) creativos inigualables.
Las cosas que he oído de esos hombres no se las escuché a ningún otro. Quizá el tono no es el que prefieren las mujeres pero no se puede estar en todo. Tampoco vamos a ponernos en exquisitas ¿o si?
90% a 10%
Otra vez.

Y llega el punto en el que te das cuenta que todo esto es como seguir el recorrido de una babosa una tarde de verano en el patio de tu casa: los ojos puestos en esa cosa pegajosa que se desliza falta de estilo y el frasco de sal gruesa en una mano.
Entonces podés tirarle la sal y ver como se deshace lentamente (90%) o mirar el salero y ver como la regordeta sigue su camino dejando marcado su recorrido hasta perderla de vista (10%).

Estimo que soy parte del 10%

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