2 por 9

Olas que empiezan en la orilla y terminan en esa inverosímil línea del horizonte.

Está sentado en el borde del muelle, ese muelle donde el sol desaparece todos los días. Donde cada madera reconoce la brisa. Donde suele sentarse cuando las canciones, los semáforos y la lluvia cambian de ritmo, de velocidad.

Un lugar donde el tiempo lo marcan sus latidos.
Latidos que buscan perderse en el mismo lugar donde expiran las olas. Y un hombre que anhela llegar a esa línea, la que sólo ven los ojos, para poder entender el compás de su corazón.

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