Una cabeza, una cara de culo y rastas.-

La gente dice que tengo cara de orto. A mí no me molesta. ¿A vos te molesta? Nadie te obliga a mirarme.
Básicamente eso es lo que pienso cada vez que alguien tiene ganas de hablar de mi cara.

Me molesta la gente falsa.
Y la cara dice, y los ojos hablan, y una sonrisa cuenta o da cuenta de…

Pero una sonrisa falsa o por compromiso y un par de ojos sin historia pierden la gracia.
¿Para qué habría que mirarlos?

Y me aburre que las cosas pierdan la gracia.
Si cada cosa pudiera vivirse con ese no se qué con el que un nene abre un regalo, definitivamente no alcanzaría el tiempo para leer, escuchar, sentir las miradas.

Todavía no estoy segura de que las sonrisas se gasten. Pero hasta que alguien me demuestre lo contrario las guardo para momentos que lo ameriten o para cuando alguien la necesite. Si, también creo que son capaces de modificar otras caras, de que alguien deje de sentir y empiece a sentirlas.

Pero que salgan no es lo mismo que hacerlas. Por eso a veces prefiero la cara de orto.

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