El verdadero Javier

Y sin embargo, jamás se olvidaron de ese beso en la casita del árbol, cuando él usaba botas de lluvia rojas para no humedecer sus medias al jugar entre las hojas caídas del otoño y ella llevaba dos trencitas unidas por una colita que simulaba ser un pompón de conejo y robaba granadas con las que coloreaba sus labios.

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