Inundación ‘95

Creo que ese sábado llovía más que si junto todas las lluvias de los campamentos de invierno e incluso si sumo los milímetros de agua que cayeron la primer quincena de Enero de 2001 en Bariloche.
No era la primera vez que pisaba ese lugar ya que tías, primos y primas pasaban ahí todos los fines de semana desde hacía algunos años, pero estaba vez había llegado para quedarme.
Primer sábado de actividades del año: caos (y no nos olvidemos del diluvio: súper caos).
Recuerdo bajar unas escaleras que tiempo después entendí no serían las que bajaría a diario. Ese sábado las oraciones se hicieron en el grupo scout, había una multitud ahí abajo que gritaba, aplaudía y un montón de cosas que no entendía pero quería.
Llegó el momento en el que cada uno se iba con su grupo, mi mamá, mi hermana y yo nos acercamos a las de pañuelo amarillo y acá viene el inicio más frustrado que cualquier historia o por lo menos que mi historia puede tener: una dirigente (alguna dirigente de la ronda del año ’95 que se haga cargo) nos saludó y al verme me preguntó ¿Cuántos años tenes?
Y así, mi hermana se quedó y yo volví con mis escasos 6 años a casa y empecé a descubrir lo aburrido que serían los sábados así...
(Ahora llega el momento de la historia en el que le agradezco a una chica que en esa época tenía 6 años, igual que yo, y duró 2 fines de semana en el grupo):
A los pocos sábados mi hermana llega de la parroquia diciéndole a mis papás que hay una nena que tiene 6 así que… tardé una semana en volver a intentarlo y adentro.
Por un año fui la más chiquita de la comunidad (y la más mimada, lo acepto) pero estaba tan feliz que no había “buldog” que no ganara, no había inundación que no llegará a subirme al aljibe que había en el medio del patio de la parroquia, no había sábado que no estuviera ahí…
Y después de tantos sábados, fogones, campamentos, no creo en esos que dicen que ser guía no se puede explicar…
…es patinar en el barro para atajar naranjas frente al carpón de cocina
…es dormir apiladas en un refugio en el medio de la montaña porque el viento impide armar las carpas
…es levantarte a ajustar las estacas de la carpa porque empezó a llover
…es quedarte toda la noche despierta cuidando el honor de tu patrulla, de tus amigas
…es seguir preparando actividades el 31 después de brindar
…es estar a la hora que sea para hacer lo que sea
…es querer estar abajo, en el grupo, tomando unos mates aunque haya olor a humedad
…es necesitar ser
Y por eso, y por millones de cosas más, digo que no creo en los que dicen que no se puede explicar…
Lo que sí creo es que, al que nunca se le haya puesto la piel de gallina o caído una lágrima escuchándonos cantar, por más explicación que haya, nunca NUNCA lo va a entender.

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