No podía mantenerse del todo bien. Quizá por los años o por el vaiven del colectivo. Sacó su teléfono y esperó unos segundos hasta que una nenita lo atendió. Haciéndose el simpático le pidió hablar con el que sería la victima de esa noche. Le hablaba cariñosamente, como si un nene de esa edad no pudiera entender el idioma.
Todos lo escucharon pero nadie se hizo cargo de aquellos deseos perversos. Una señora sentada frente a mi ululaba y gesticulaba cual paloma que no sabe expresarse.
La violación al menor era un hecho. Los fideos existieron. Estaban ricos.
Todos lo escucharon pero nadie se hizo cargo de aquellos deseos perversos. Una señora sentada frente a mi ululaba y gesticulaba cual paloma que no sabe expresarse.
La violación al menor era un hecho. Los fideos existieron. Estaban ricos.
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